Ha sido maravilloso
nuevamente meter las manos en la tierra y asistir una vez más al milagro de la
vida acontecer en sus diferentes manifestaciones…
Traje de mi viejo hogar una
planta que ha estado conmigo por más de diez años, ha sobrevivido mil batallas
y siempre ha salido victoriosa. Ha sido fuerte, valiente y se ha adaptado a
múltiples cambios, un vivo ejemplo de resiliencia. Sin embargo, ha tomado
tiempo que se acostumbre a su nuevo rinconcito en el mundo, hasta ahora tiene el
color verde intenso que la ha caracterizado siempre y se mira contenta y vivaz.
Las plantas que encontré en
mi nueva casa estaban algunas tristes, otras enfermas, otras al borde de la
muerte. Con amor, paciencia y dedicación unas han ido sanando y renovando sus
hojas, otras están felices y con nuevos retoños, otras murieron y unas están en
cuidados intensivos…
También traje nuevas
plantas que están alegres desde que llegaron y hay otras que están por venir…
Es impresionante cuanto
aprendo de la vida cuidando de mi jardín
interno…
Si bien es cierto, he cuidado
con el mismo amor, paciencia y dedicación a todas las plantas, cada una de ellas ha seguido un camino de
vida, de desarrollo, diferente y en diferentes tiempos y ritmos.
Cuanto me enseña esta
experiencia, sobre mi profesión como facilitadora, cuanto me recuerda que la
vida es ingobernable, que el desarrollo no se fuerza, que él sigue un camino de
adentro para fuera…
Así como en mi jardín, en mi
vida no puedo imponer mi voluntad y creer que de esa manera va a florecer y
tornarse más completa. No puedo modelarla de acuerdo con mis deseos. Quiero entonces aprender a vivir sin
resolución, sin claridad, con ambigüedad continua, con paciencia y preguntas, porque voy construyendo mi realidad en la
medida en que camino…
Inmersa en estas reflexiones
viene a mi mente un maravilloso texto del Arzobispo Oscar Romero…
“Durante
nuestra vida, sólo realizamos una minúscula parte de esa magnífica empresa que
es la obra de Dios. Nada de lo que hacemos
está acabado, lo que significa que el Reino está siempre ante nosotros.
Esto
es lo que intentamos hacer: plantamos semillas que un día crecerán. Regamos
semillas ya plantadas, sabiendo que son promesas de futuro.
Sentamos
bases que necesitarán un mayor desarrollo. Los efectos de la levadura que
proporcionamos van más allá de nuestras posibilidades.
No
podemos hacerlo todo y, al darnos cuenta de ello, sentimos una cierta
liberación. Ella nos capacita a hacer algo, y a hacerlo muy bien.
Puede
que sea incompleto, pero es un principio, un paso en el camino, una ocasión
para que entre la gracia del Señor y haga el resto.
Es posible que no veamos nunca los resultados finales. Pero esa es la diferencia entre el jefe y el albañil. Somos albañiles, no jefes de obra, ministros, no el Mesías. Somos profetas de un futuro que no es nuestro."
Es posible que no veamos nunca los resultados finales. Pero esa es la diferencia entre el jefe y el albañil. Somos albañiles, no jefes de obra, ministros, no el Mesías. Somos profetas de un futuro que no es nuestro."
No hay comentarios:
Publicar un comentario